Fuegos afuera

Rolando era una persona que leía poesía fácil en un bus. Del trabajo hacia su casa, Rolando leía en su librito los 43 poemas, desde su viejo profesor de lengua del colegio que se convirtió en poeta, hasta algunos desconocidos ilustres que vivían en su ciudad. Buscaba taparse los ojos con el horizonte formado entre sus cejas y el borde de las páginas para que nadie le viera su mirada sincera. Sentía que su vieja manía por leer en buses le iba acortando la vista cada vez más, y que su vida iba pasando entre numerosos folletos de becas gratuitas, el bus y su poesía. De vez en cuando su mirada se desvíaba de la lectura en los paraderos para saludar a alguien por la ventanilla del bus. Y es que el viaje era largo; y cuando la poesía se tornaba peresoza, bueno era un tour por la calle de las amistades peligrosas. Rolando siempre tenía buena suerte en los buses. Era una especie de gitano busero. Solía invadir dos asientos: no le gustaba los asientos unipersonales. Su trayecto se le hacía siempre corto, a pesar de lo largo que era, pues era un sujeto divertido. No le gustaban los buses llenos ni los buses al mediodía, porque no era la hora adecuada para someterse a sus religiosas lecturas poéticas. Además, no le gustaba la velocidad, pero por lo demás, estaba todo "ok".

Guardado en: Ombliguismo

Comentarios

Anónimo dijo…
hola me gusto mucho tu ultimo post. sigue asi en musica para camaleones..... hace mucho tiempo q no entraba a tu blog y veo este buen post. sigue asi y conserva tu buena musica. eres un blog saludable. saludos, f

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