Don't leave me dry

Un pedazo de cielo acaba de caer y duele. Suena un tambor epifánico, un recuerdo que suena a golpes que encuentran su calma en acordes desesperados. Mi vista se llena de colores grises y tan sólo entra la voz de Yorke en mi cerebro. Mi luz está apagada, mi volumen en alto y he de sentir como caigo en una piscina pidiendo no ser grabado en el momento de rebotar en el agua; como un corazón deshabilitado hace poco, girando en mi propia cabeza. "No me dejes caer, no me dejes secar", dice el buen Yorke a lo lejos.

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